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portada del libro Bajo el drago (2010)

«Bajo el drago», leyendas canarias publicadas en español

Leyendas canarias

El título Bajo el drago es del autor Horst Uden (1898-1973), el mismo que escribiera El rey de Taoro, del que ya se llevan realizadas varias ediciones, tanto en alemán como en español. Horst Uden visitó las islas en la década de los años 30 del pasado siglo, donde a pie o en burro recorrió junto a su mujer esta geografía isleña.

En la presentación en la Feria del Libro en Santa Cruz de Tenerife, Parque García Sanabria, sábado día 5 de junio 2010 a las 20 horas, intervino el periodista Ánghel Morales. (Foto: Laureano Lorenzo)

«Bajo el drago» publicado en su traducción al español en 2010

Después de la conocida novela histórica El rey de Taoro (Zech 2004) se ha publicado del mismo autor Bajo el drago, una colección de leyendas y tradiciones de todas las islas Canarias, de la pluma del viajero alemán Horst Uden (1891–1973). Uden relata cuentos y mitos, historias de amor, aventuras de piratas, anécdotas y sabidurías del pueblo.

“Horst Uden visitó Canarias en los años 30 y se trasladaba a pie o en burro”, cuenta la editora. “Contrataba a guías que los llevaban a él y su mujer Charlotte por la isla, y éstos les contaban historias de primera mano ya que Uden, en estos días residente en la ciudad andaluza de Málaga, dominaba perfectamente el español. Uden era un genio observador y narrador. Lo encantador es que no sólo presenta a sus fuentes, sino las incorpora de su proceso de narración. Así gana mucho en autenticidad y fiabilidad.”

Como ejemplo puede servir el siguiente fragmento, una escena que tiene lugar en Fuerteventura: Horst y Charlotte primero quieren alquilar un asno, pero se acerca un guía con un camello, los logra engatusar y al final hace el negocio:

>>(Fragmento del libro, pág. 160ss)

Bajo el drago, libro de leyendas canarias
Imagen de la portada nueva, edicón 2019

TUMULTO EN LA ANTIGUA

Un velero nos había llevado hasta el Puerto de Cabras. Nos encontrábamos en el puerto mi mujer y yo, y estábamos pensando cómo mejor llegaríamos a La Antigua, situada en la prolongada altiplanicie del centro de la isla.

Naturalmente, en caballería”, dijo Lotte, “pronto encontraremos un par de mulas.”

Apareció entonces un hombre montado en un pequeño burro de pelo gris plateado. Delante de nosotros se apeó, se quitó, saludando, el sombrero de ala ancha y ofreció sus servicios.

Mientras Lotte acariciaba al burro, y yo hablaba con su dueño respecto al camino y las cosas dignas de verse, sin descuidar la cuestión del precio, dobló la esquina un indígena tostado por el sol. Llevaba sujeto de una cadena oxidada un camello de patas largas, que le seguía de buen grado.

Se detuvo junto al hombre del burro y escuchó en silencio durante un rato nuestra conversación. Después sacudió la cabeza en señal de desaprobación de que aquel “mister”, en su incomprensión, pretendiese alquilar un asno.

“Vuestra merced parece no llevar mucho tiempo en este país”, comentó con ligero acento de pesar en la voz, “y no conoce, por lo tanto, la diferencia entre un burro y un camello. Y, sin embargo, salta ella a la vista. Una ojeada a mi fiel “Mifalla” basta para desechar el último escrúpulo. Es el mejor camello que hay en toda la región y el único que tiene una montura inglesa. Al lado izquierdo se sienta vuestra merced y en el lado derecho la señorita. Yo me instalo delante, junto a la giba. Y aquí está el anillo de hierro para sujetarle cuando el animal se excita y comienza a balancearse. Marcha al aire que vuestra merced desee. Sólo necesito darle un palo fuerte para que salga corriendo como viento de tormenta, si el piso está seco. Pero si está húmedo, resbala y cae violentamente. Si le grito “¡reee, reee!”, se pone en marcha. Pero si digo “¡tuché!, se arrodilla y se echa. Tan pronto como vuestra merced se sienta en la silla, se pone de pie con alegre bramido y puede comenzar el viaje. Además, es tan fuerte como Sansón, aunque parezcan de ratón sus orejas, por lo pequeñas.

“¡Qué decir, en cambio, de un miserable asno!”, prosiguió, señalando compasivo al animal gris. En primer lugar, está expuesta vuestra merced a que sus pies, en ocasiones, rocen con el suelo y se lastimen con las rocas puntiagudas. A esto hay que darle constantemente con la punta del palo en los ijares, pues si no, no anda. Y si se olvida vuestra merced de mover las piernas y darle con los talones en la panza, no avanza un paso más.”

El majorero me convenció. Alquilamos el camello…

>>Fin del fragmento<<

Así acompañamos a Horst Uden en su viaje en Canarias en los años 30, mucho antes de que alguien hubiese pronunciado el término de “turismo de masas”. Este libro no sólo ofrece un viaje imaginativo por las islas, sino también un viaje de retorno através del tiempo, retorno por varias décadas y hasta siglos.

Uden cuenta tres relatos de cada una de las islas de Tenerife seis, además la “leyenda primitiva” tomada de la mitología griega, y la saga de la misteriosa isla “non trubada” de San Borondón.

En total son 26 cuentos bellamente relatados de la pluma de un verdadero maestro, leyendas y tradiciones de las islas Canarias, a p.v.p. 12,80 euros (libro rústico, ISBN 978-84-933108-3-7).

 

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